Maine y Acadia
¿La Costa Este… acaso la mejor?
Mi cámara y yo
Durante mi viaje a Isle Royale en el verano me empezó a interesar la fotografía tras ver como mis amigos se divertían y lograban capturar momentos pasajeros, así que decidí ahorrar dinero para comprarme una DSLR. En aquel entonces trabajaba de asistente para una clase en el departamento de Ingeniería Eléctrica en la universidad, aunque no pagaban tan bien, me ayudó y pude comprarme la cámara y un lente.
Mientras ahorraba, empecé a leer todo lo relacionado con la fotografía y me tomó algo de tiempo antes de que pudiera entender lo más básico, pero con cada video que veía y artículo que leía, me sentía más cómodo con los principios de la fotografía.
Por recomendación de mis amigos, que tienen varios años de experiencia en la fotografía, y después de leer varias reseñas y opiniones, finalmente para mi cumpleaños me pude regalar mi primera DSLR con un lente de 24-105 mm, con esto inicié mis primeros pasos en el mundo de la fotografía.
Tener por fin la cámara con aquel lente era bastante emocionante, pero ahora tenía que familiarizarme con mi nuevo “equipo” y poner la teoría en práctica; suena más fácil de lo que era. Sin importar que tanto sepas en teoría mucho de esto se reduce a tener un buen ojo y a veces, algo de suerte. Pero, qué mejor manera de empezar a practicar que ir al Parque Nacional de Acadia durante el auge de la temporada del otoño.
Se acercaban las vacaciones de octubre y mis amigos y yo habíamos comprado boletos para viajar a Boston, necesitaba urgentemente un descanso, el semestre estaba cargado de deberes y proyectos, y combinado con algunos problemas personales hacían de la escuela algo más tedioso de lo que debería ser. Quería alejarme un rato, poner en orden mis pensamientos, tomar algo de fotos y re-energizarme.
Maine – “¡Hay tantas langostas!”
Aterrizamos en Boston tarde en la noche, tomamos un taxi y nos dirigimos a un hotel cerca del centro de la ciudad donde pasaríamos la noche; con nuestro plan armado solo debíamos esperar hasta el día siguiente para alquilar un auto, aquel que nos llevaría a nuestra siguiente aventura.
Nos montamos en un sedán, Hyundai, que nos dio la agencia, colocamos la dirección de Acadia en el GPS y empezamos el viaje. Nos tomaría 5 horas en llegar, incluyendo un pequeño descanso a mitad de camino para visitar a una prima que vivía en New Hampshire.
El camino fue pintoresco, con varias oportunidades de ver hojas en distintas tonalidades del rojo y naranja. Si estos colores eran alguna indicación de lo que íbamos a ver en este parque, ¡estaba emocionado! Llegamos a Maine a las 5 pm, teníamos hambre (como siempre) y decidimos buscar un lugar para comer, definitivamente tenía que ser langosta, ya que Maine era bastante conocido por sus langostas de gran tamaño.
Manejamos hacia un restaurante que tenía buenas reseñas y que no estaba muy lejos de nosotros, al llegar, el local era una pequeña choza cerca de la costa Atlántica. Cuando fuimos a ordenar, la señora que nos estaba atendiendo nos preguntó si queríamos elegir las langostas que nos íbamos a comer, sin querer dejar pasar esta oportunidad, dijimos que sí y nos llevó a un cuarto en la parte de atrás del local; cuando entramos a la habitación no podíamos creer cuántas langostas habían. Refrigeradores y contenedores, repletos de langostas rodeaban toda la habitación.
Luego de que eligiésemos nuestra comida nos dirigimos a unos banquillos que estaban cerca del muelle para esperarla. El sol se estaba ocultando y empezó a hacer más frío, pero cuando nuestra comida llegó nos olvidamos del frío y empezamos a comer. La langosta que comí estuvo buena, pero no tan buena como pensé que estaría. Quizás estaba demasiado acostumbrado a los mariscos de mi país, que por cierto son riquísimos.
Una vez terminamos de cenar, fuimos a nuestro sitio de acampar. Un KOA cerca de Acadia, este sería nuestro hogar por los próximos días.
Camino al Precipicio - ¿En qué me metí?
Al día siguiente fuimos a desayunar y explorar un pueblo que estaba cerca del parque llamado Bar Harbor. El pueblo en sí, aunque pequeño era muy pintoresco y tenía varios lugares interesantes para fotografiar.
Después de pasar la mayor parte del día allí nos fuimos al parque, queríamos caminar por un par de senderos cortos y explorar un rato.
Pero una vez el sol se ocultó, nos dirigimos a nuestro campamento para dormir temprano, queríamos poder ver el amanecer del siguiente día. Como ya es tradición, me despertó mi alarma, lo que significaba que era hora de partir y aunque no tenía ganas de salir de mi cobertor, sabía que tenía que alistarme. Desperté a mis amigos, nos cambiamos y manejamos a Cadillac Mountain para ver el amanecer.
Cuando el sol salió por completo, fuimos a nuestro siguiente destino, el Camino del Precipicio. Como el nombre lo sugiere, el camino del precipicio es un camino que atraviesa la cara expuesta de una montaña de tamaño moderado; el camino en sí, es un ascenso vertical muchas veces de 90 grados, “esto” no me lo habían contado, sino lo hubiese pensado un par de veces antes de intentarlo.
Sin embargo, no sabía lo que me esperaba en aquel entonces y fui despreocupado hacia el camino con mi amigo. Una vez en el sendero, me di cuenta que el ascenso, en muchas partes, consistía en mantenerme pegado a la cara de la montaña ya que los peldaños no eran lo suficientemente anchos para poder atravesarlos normalmente. Esto dificultaba darse la vuelta y regresar, lo que significaba que la única manera de salir, era seguir escalando. Entre más subía, más estrecho se volvía el camino y más nervioso me sentía. Pero… ¿qué mejor manera de enfrentar tu miedo por las alturas, verdad…? A medida que seguía el camino, me dejé de sentir tan nervioso y empecé a caminar a buen ritmo, hasta que vi algo que me paró en seco. Después de un giro en el camino, nos topamos con unas escaleras viejas y algo oxidadas que estaban fijadas al lado de la montaña. Pensé que jamás podría escalarlas, ¿qué sucedería si me resbalaba? Pero, no tenía mucha elección. Le dije a mi amigo que yo iría primero y entre broma, pero con algo de seriedad le dije que me atrapara si me llegase a caer.
Subir por esas escaleras, no fue divertido, me aferré a ellas como si mi vida dependiese de ello, pero lo logré. Después de las escaleras y un encuentro con una serpiente pequeña, el resto del camino fue similar al inicio, pero esta vez con lechos más anchos y tras un par de curvas ¡finalmente podía ver la cima! Estábamos cerca y cómo quería llegar.
La última parte del camino, en mi opinión, fue la peor. Esta sección fue la más estrecha del sendero y tuve que poner todo mi cuerpo contra la cara de la montaña y deslizarme para poder llegar al final. Supuse que sí había podido con las escaleras, definitivamente podría con esto, así que solo lo intenté y antes de saberlo, ya estaba en la cima.
Aunque había algunas partes que daban miedo, y algunas secciones que me hubiesen gustado fueran más anchas, viéndolo ahora, el camino en sí no fue tan difícil y la vista desde allí fue asombrosa.
Mi amigo y yo nos quedamos en la cima una hora antes de bajar por el otro lado hacia un área de estacionamientos donde esperaríamos a nuestro otro amigo para que nos recogiera.
Cuando mi tercer amigo llegó, nos contó que podíamos tomar una foto del atardecer en un faro que estaba cerca de la parte sur-oeste del parque.
El paraíso de los fotógrafos
Después de cenar, nos dirigimos hacia el faro, estábamos emocionados de poder capturar una foto del sol ocultándose detrás del faro. Pero, para sorpresa nuestra, cuando llegamos, esto fue lo que nos encontramos:
Tal como una escena digna de alfombra roja, decenas de fotógrafos estaban apostados, cada uno, en las mejores posiciones, listos para capturar aquella foto y llevarla a la primera plana del periódico nacional, ¿se pueden imaginar el sonido de aquel “click” justo en el momento en que el sol se está ocultando detrás del faro? ¡no tiene precio!
Lastimosamente y aunque habíamos llegado algo temprano, no pudimos encontrar un lugar para preparar nuestras cámaras. El faro era un tesoro escondido para los fotógrafos, pero debimos haberlo previsto:
¿Buen sitio para tomar fotos, no tan alejado? Sí.
¿Atardecer con un cielo claro? Sí.
¿Faro? Sí.
¿Oportunidad para tomar una buena foto? Claro que sí.
Estábamos decepcionados al no poder encontrar un buen espacio para aquella foto, pero igual decidimos quedarnos y ver el atardecer, realmente fue muy hermoso.
Faro de East Quoddy
El día siguiente era el último que pasaríamos en esta área y queríamos hacer algo interesante, nuestros planes el día anterior habían fallado. Fue por esto que nos dirigimos a Bar Harbor, en búsqueda de algo interesante que hacer, allí encontramos un lugar que ofrecía tours para ver ballenas. Pensando que esto podía ser una buena manera de terminar nuestro viaje, compramos los boletos y esperamos una hora, antes de que nos dijeran que iban a cancelarlo debido a una densa neblina.
Sin dejar que esto nos detuviera, seguimos buscando otras cosas que hacer, en este momento internet y mi celular eran mis grandes aliados, busqué en google: “cosas que hacer en Bar Harbor” hasta que encontré el Faro de East Quoddy. Este faro en particular tenía gran significado ya que representaba el punto continental más al este de los Estados Unidos, además que ya tenía muchos años de estar ahí, no lo pensamos dos veces y nos dirigimos hacia aquel faro.
No voy a mentirles, manejar hasta allá no fue muy interesante, el camino no tenía nada escénico y el día estaba gris, y una vez llegamos al faro, aparte de lo que representaba históricamente, no había nada interesante. Firmamos el libro de visitantes (que decía que yo era la primera persona de Panamá en visitarlo, pero lo dudo), y tomamos algunas fotos.
Después de pasar un par de horas recorriéndolo, varias nubes grises se empezaron a formar. Era hora de irnos a casa. Esta vez, decidimos ir por caminos más escénicos y nos desviamos de la ruta recomendada por el GPS. Estoy contento de que al final decidiéramos hacer esto porque nuestro viaje estuvo rodeado de árboles con hojas particularmente llenas de colores que era en esencia lo que habíamos venido a ver.
Era tan paradisiaco aquel camino, que paramos varias veces para fotografiarlo, y fue entonces cuando tomé mi foto favorita del viaje:
Después de las varias paradas para fotos, gasolina y comida, al fin habíamos llegado a Boston donde terminamos el día visitando parte del campus de MIT antes de tomar nuestro vuelo a casa.